Este conjunto de 36 islitas micronesias ubicadas en torno a una laguna interior se hizo famoso tras ser elegido por el Ejército de EE UU como diana experimental de 23 bombas atómicas –entre ellas, la primera de hidrógeno–, desde 1946 a 1958. Diez años después de la última prueba nuclear, los pobladores nativos regresaron a su hogar, pero los niveles de radiactividad detectados en el marisco, la fruta o el agua potable aconsejaron de nuevo la evacuación. A finales de los 90, un informe del Organismo Internacional de Energía Atómica estableció que aún no ofrecía garantías el consumo habitual de los cultivos autóctonos, debido a la acumulación de cesio en el suelo del atolón.
En 2010, la UNESCO incorporó este enclave del Pacífico a la lista del Patrimonio de la Humanidad, pero sus habitantes no podrán recuperarlo hasta, por lo menos, dentro de 30 años
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