Nadan a contracorriente, acosados por las bacterias y los ácidos, en medio de los empujones de millones y millones de «compañeros» cuyo objetivo es el mismo: llegar al óvulo.
Los espermatozoides humanos son nadadores ciegos capaces de nadar en la dirección adecuada y recorrer una distancia que puede ser más de 1.000 veces su longitud. ¿Cómo es posible? Pues, según un grupo de investigadores de la Universidad de Cambridge ha publicado un estudio en la revista «eLife», lo hacen jugando en equipo y guiándose por la corriente que se forma en las trompas de Falopio, donde han de encontrarse con el óvulo.
«Descubrimos que si creas las corrientes adecuadas, puedes observarles nadando a contracorriente durante muchos minutos», dijo Jörn Dunkel para la agencia UPI. Su equipo ha diseñado unos «micro-tubos» para observar cómo se mueven los espermatozoides en su interior. «Casi siempre se acumulan en la superficie de los tubos, y dada la elevada concentración local de estas células, podría haber una cooperación entre los espermatozoides que les permitiera nadar más rápido en grupo».
Nadar a ciegas sin perderse
Los investigadores han descubierto además que los espermatozoides no nadan en línea recta, sino que trazan espirales a lo largo de las paredes de los tubos, probablemente para evitar el centro de los conductos, donde la velocidad de la corriente es mayor.
Para averiguarlo, investigaron los movimientos de espermatozoides de humanos y toros en varias condiciones fisiológicas y de viscosidad. Según sus resultados, la asimetría de los movimientos del flagelo, la cola que los espermatozoides usan para propulsarse, es un mecanismo de rectificación de la dirección de natación, para asegurarse de llegar al óvulo.
La navegación a contracorriente, podría ser clave para la orientación de los espermatozoides, aunque también se ha propuesto que la temperatura, las contracciones del cuello del útero y la quimiotaxis, algo así como el olfato, podrían tener también un papel.
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