domingo, 19 de enero de 2014

Simios tratados con Prozac

Según el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el uso de medicamentos antidepresivos ha aumentado en la última década, multiplicándose casi por dos, lo que significa que el estado de ánimo en estos países, España incluído, no pasa por su mejor momento. 
Aunque por causas diferentes, los primates no humanos también se deprimen y sufren angustia. Cuando un chimpancé muere en la selva, los compañeros realizan unos sonidos asociados a la tristeza y la angustia. También dejan de comer durante un tiempo y su salud se deteriora. Esta reacción me recuerda a testimonios de amigos convencidos de que su abuelo o abuela murió de amor, meses después de haber fallecido su pareja. Estas personas, tras décadas de convivencia, pierden las ganas de vivir y no comen, como si quisieran irse. 
¿Se "dejan ir" los otros primates también? En el año 2010 se publicó en la revista Current Biology un hecho fascinante. Pansy era una chimpancé de un zoo escocés que vivió durante cincuenta años. Había pasado toda su vida con su mejor amiga Blossom. Juntas sacaron adelante a varías crías. El día que Pansy murió, Blossom, y su hija Rosie cogieron su mano y la apretaron hasta el último aliento, acicalándola y ofreciendo consuelo a medida que se desvanecía. Luego se quedaron inmóviles durante horas, como si estuvieran afectadas por la pérdida. Un hecho asombroso es que ni Blossom ni Rosie quisieron volver a dormir en la plataforma donde Pansy murió. Ninguno de nosotros nos gustaría dormir en el mismo lugar en que acaba de morir un ser querido. Aunque no podemos saber los verdaderos motivos, las chimpancés reaccionaron igual. También perdieron el apetito y estuvieron apáticas durante semanas. Afortunadamente no fue el caso, pero algunos primates pueden llegar a morir tras la pérdida de un compañero. Puede que esta sea la única manera que tienen para suicidarse.  
Igualmente, los chimpancés usados en laboratorios médicos muestran depresión y trastornos en la conducta, síntomas que mejoran con los antidepresivos. Cuando los simios son trasladados a centros de rescate, llegan traumatizados, sin ganas de vivir. No saben jugar ni relacionarse con los compañeros. Presentan anomalías en la conducta como la autolesión, continuos balanceos hacia delante y atrás, desmotivación, etc. Es decir, reacciones descritas en nuestra espcecie también para gestionar la ansiedad. La mayoría de estos animales han pasado entre quince y veinte años aislados en jaulas, sometidos a pruebas de todo tipo para sabe, por ejemplo, cuál es el efecto que tiene en ellos dosis letales del virus causante del sida o la hepatitis, enfermedades que no pueden contraer. 
El psiquiatra Martin Brune decidió tratar a un grupo de estos chimpancés veteranos con antidepresivos ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina), una de las familias de medicamentos más usado en humanos para tratar la depresión. La diferencia entre los chimpancés que tomaron los antidepresivos frente a los que no fue que los primeros se autolesionaron menos y sus comportamientos patológicos descendieron. También aumentaron las horas dedicadas al juego. La bióloga Godelieve Kranendok, ha tratado a otro grupo en un centro de rescate de Holanda. Tras meses administrándoles la misma medicación, aseguró que "los chimpancés despertaron. Eran como zombies y ahora están felices. Juegan unos con otros. Son chimpancés de nuevo". 

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