Una llamada de atención. Así define un equipo de investigadores la explosión causada por el meteorito que el pasado 15 de febrero provocó más de un millar de heridos en Chelyabinsk (Rusia) y que supuso el mayor impacto registrado en la Tierra desde el denominado evento Tunguska (en 1908 la caída de un objeto, del que no se encontraron restos, causó un enorme cráter en una zona despoblada de Siberia).
Según un estudio publicado esta semana en Nature y liderado por investigadores de la Universidad de Western Ontario (Canadá), el número de rocas espaciales con un tamaño parecido al de Chelyabinsk (de unos 19 metros) que suponen una amenaza para la Tierra podría ser diez veces mayor de lo que pensaba hasta ahora.
Peter Brown y sus colegas han calculado asimismo la cantidad total de energía liberada por la explosión del meteorito, que fue capaz de romper miles de cristales de ventanas y puertas. Su impacto, comparan, fue equivalente a una explosión de 500 kilotones (se calcula que la potencia destructiva de la bomba atómica lanzada en Hiroshima en 1945 fue de 15 kilotones).
Se trata de una de las tres investigaciones sobre el meteorito ruso que esta semana coinciden en las páginas de Nature y Science, consideradas las dos revistas científicas más prestigiosas. Y es que, a diferencia de lo que ocurrió en Tunguska, la roca de Chelyabinsk cayó cerca de una zona densamente poblada y en pleno siglo XXI, por lo que los numerosos vídeos grabados por cámaras de vigilancia y teléfonos móviles de ciudadanos, junto con losabundantes fragmentos de roca recogidos por la zona, están permitiendo reconstruir con detalle lo que ocurrió aquel día e investigar de dónde procedió este meteorito.
Detectar asteroides de pequeño tamaño
Numerosos equipos de investigación en todo el mundo están estudiando este episodio y las probabilidades de que un objeto de estas características vuelva a caer sobre la Tierra. Y es que, aunque los científicos monitorizan y tienen más o menos vigilados a los asteroides de gran tamaño que podrían suponer una amenaza, los de menor tamaño son muy difíciles de detectar con antelación. Como ocurrió en febrero.
"Si la Humanidad no quiere acabar como los dinosaurios, tenemos que estudiar este tipo de sucesos con detalle", advierte rotundo Qing-Zhu Yin, profesor del Departamento de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Universidad de California, y coautor del estudio publicado esta semana en la revista Science.
Confirmando lo que habían revelado anteriores investigadores, este equipo de científicos afirma que la roca es una condrita ordinaria, un tipo muy común: "Si un meteorito impacta de forma catastrófica en la Tierra, lo más probable es que se trate de un objeto de este tipo", sostiene Qing-Zhu Yin.
Tras la explosión, los autores de este estudio, liderados por Olga Popova, de la Academia de Ciencia Rusas, visitaron medio centenar de localidades de los alrededores para evaluar el impacto. Según comprobaron, la onda expansiva causó daños en zonas situadas hasta 90 kilómetros de distancia.
Estudio de su trayectoria
Basándose en las imágenes grabadas por las cámaras de vídeo desde diferentes ángulos, el equipo liderado por Popova calcula que el asteroide entró en la atmósfera terrestre a una velocidad de 19 kilómetros por segundo, ligeramente más rápido de lo que se había estimado previamente.
El impacto lo causó un trozo de roca de unos 20 metros de diámetro que se fragmentó cuando se encontraba a 30 kilómetros de altura. Fue en ese momento cuando hizo explosión y alcanzó su pico máximo de brillo (se percibió como 30 veces más brillante que el Sol y causó quemaduras graves en algunas personas).
Fragmentos recuperados
Tras la explosión, tres cuartas partes de la roca se evaporaron. La mayor parte de lo que quedó se convirtió en polvo y sólo una pequeña parte (entre 4.000 y 6.000 kilogramos, es decir, el equivalente al 0,05% de la roca que entró en la atmósfera) cayó al suelo como meteorito.
El mayor fragmento de roca recuperado hasta ahora pesa 650 kilogramos y fue sacado del fondo del lago helado Chebarkul el pasado mes de octubre. Antes se habían recogido numerosos trozos de pequeño tamaño que han sido analizados por otros investigadores. Sin embargo, se cree que muchos cayeron en manos de los cazameteoritos, pues la compraventa de estos restos de roca suponen un lucrativo negocio.
Por lo que respecta a su antigüedad, proponen que esta condrita tiene 4.452 millones de años de antigüedad. Mientras que, básicamente, los diferentes equipos de investigadores que estudian el meteorito ruso están de acuerdo sobre las características de la roca, la trayectoria que siguió y la altura a la que hizo explosión, existen diferentes teorías sobre la procedencia del objeto. Por ejemplo, los autores de uno de los estudios publicados esta semana en Natureafirman que la órbita de Chelyabinsk es parecida a la de otro asteroide que ha orbitado cerca de la Tierra (el denominado 86039 (1999 NC43), y sugieren que los dos probablemente fueron parte del mismo objeto celeste.
Los autores del estudio de Science creen que el asteroide ruso ha estado expuesto a rayos cósmicos durante sólo 1,2 millones de años, por lo que ven improbable que pertenezca a la denominada familia de asteroides Flora. En lo que todos coinciden es en la necesidad de seguir estudiando estos objetos para ser capaces de detectarlos con antelación y evitar sorpresas como la de febrero.
Según advierte Qing-Zhu Yin, los eventos como el de Tunguska o Chelyabinsk ocurren con más frecuencia de la que pensamos, aunque no siempre hayan sido detectados cuando se producen. Por ejemplo, recuerda, cuatro toneladas de material fueron recuperadas de una lluvia de meteoros en Jilin, China, en 1976.
En la actualidad hay varios proyectos para desarrollar telescopios o utilizar equipos ya existentes para detectar de forma temprana estos objetos, como el Large Synoptic Survey Telescope que coordinan desde la Universidad de California.
Asimismo, José Luis Galache, científico del Minor Planet Center, un centro desde el que monitorizan los asteroides que pueden suponer un peligro para la Tierra y coordinan los nuevos objetos descubiertos, explica que recientemente la NASA ha decidido financiar un proyecto de la Universidad de Hawai llamado ATLAS con el objetivo de descubrir asteroides rumbo a la Tierra antes de que lleguen a impactar: "Harán uso de uno o dos telescopios pequeños que cubrirán todo el cielo (el visible desde Hawai) dos veces por noche. Para objetos del tamaño de Tunguska, ATLAS dará una alerta de aproximadamente una semana, pero para los de tamaño de Chelyabinsk, escasas 24 horas", explica a EL MUNDO. Aunque sería un margen pequeño, el investigador cree que podría ser tiempo suficiente para alertar a la población del peligro y pedirles que se resguardaran en lugar seguro y alejado de ventanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario