La mosca tse-tsé es el insecto que propaga la tripanosomiasis, o enfermedad del sueño, en el África subsahariana. Su genoma revela ahora que la leche que usa para alimentar a sus larvas es similar a la de los mamíferos; que necesita bacterias simbióticas para sintetizar los nutrientes que no le aporta la sangre humana que chupa; que de hecho ha incorporado a su genoma el ADN de algunas de esas bacterias y de algunos virus; y que ha perdido muchos genes relacionados con la percepción sensorial y el sistema inmune. Estos hallazgos marcan los puntos débiles que la ciencia puede explotar para reducir la población de moscas tse-tsé en África, y por tanto la enfermedad del sueño que amenaza a 70 millones de africanos y diezma su producción ganadera.
La mosca tse-tsé puede parecerle a un observador casual una mera variedad gigante de la Drosophila, la mosca del vinagre que adorna las fruterías de cualquier mercado occidental, y de cualquier laboratorio de genética del mundo. Pero el diablo mora en los detalles: en sus mandíbulas modificadas como cuchillas para hendir la piel de los humanos y de su ganado, en su refinado instinto para olfatear a sus futuras presas, en su singular afición por el color azul y, desde luego, en los tripanosomas que lleva dentro y que transmite a sus víctimas mientras se alimenta de su sangre. Todas estas perniciosas propiedades tienen su explicación en el genoma recién secuenciado, que pertenece a Glossina morsitans, una de las 21 especies descritas de tse-tsé.
La lectura del genoma de Glossina ha implicado a 146 investigadores de 78 instituciones científicas pertenecientes a 18 países. Es un proyecto enteramente público y altruista promovido sobre todo por el Instituto Sanger Wellcome Trust, uno de los nodos del proyecto genoma público, con sede en Cambridge, Reino Unido. El consorcio internacional presenta los resultados en un trabajo en Science y otros 11 en PLOS Neglected Tropical Diseases, PLOS ONE y PLOS Genetics. Sus resultados son de libre acceso y gratuitos para toda la comunidad científica internacional.
“Las moscas tse-tsé portan una enfermedad potencialmente mortal”, explica el codirector del estudio Matthew Berriman, del Instituto Sanger, “e imponen una carga económica enorme a los países que peor pueden soportarla, porque obligan a los granjeros a criar un ganado menos productivo por el mero hecho de que es más resistente a los tripanosomas”.
“Nuestro estudio”, prosigue Berriman, “acelerará un tipo nuevo de investigación destinada a explotar la singular biología de esta mosca; cuanto más la entendemos, mejor podemos identificar sus debilidades, y usarlas para controlar este insecto en las regiones africanas donde es endémica”. Además de los miles de víctimas humanas y la discapacidad que causa, la tripanosomiasis mata a tres millones de cabezas de ganado cada año.
Los investigadores del consorcio han identificado los 12.300 genes de Glossina, incluyendo los que fabrican sus 46 proteínas del olfato y sus 14 proteínas del gusto; este último es un número excepcionalmente modesto –la mosca Drosophila tiene 73—, debido a que la tse-tsé no tiene que bregar con un complejo universo de sabores, ya que solo come sangre. Glossina es uno de los pocos animales que que no tienen gusto por el azúcar. Son las ventajas del estilo de vida parasitario. Y una buena noticia para los diabéticos.
Finalmente, un dato curioso y revelador sobre los vericuetos de la evolución biológica: la mosca tse-tsé dedica nada menos que 250 genes a garantizar que su saliva facilite la ingestión de sangre humana sin estorbos; pero el tripanosoma que lleva dentro ha evolucionado para disminuir la eficacia chupadora de esa saliva. Es la estrategia del parásito para obligar a su mosca huésped a morder a más y más personas para obtener su alimento, y garantizarse a sí mismo una propagación más eficaz. El diablo mora en los detalles.
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